domingo, 6 de junio de 2010

SIN CABEZA


Del general Juan Lavalle se dijo que era una "espada sin cabeza" por su cumplimiento irrestricto, vertical y sin cuestionamientos de las órdenes que le habían dado los que habían sido manijeados por Varela o por Del Carril (recordemos: "hay que matar a la hidra" o lo que es lo mismo: Dorrego debe morir). Lavalle fue la mano ejecutora del asesinato de Dorrego.
Pasaron los años. Vinieron otras espadas sin cabeza a cumplir las órdenes del poder económico que venía de la mano de un representante exclusivo: José Alfredo Martínez de Hoz. Y se efectuó otro asesinato perpetrado por espadas sin cabezas: se asesinó a la Argentina para favorecer al poder económico. Se asesinó el pensamiento y la reflexión, la crítica y el disenso.
Y para instalar el pensamiento único, las espadas sin cabeza convalidaron el robo de la empresa Papel Prensa que dio origen al monopolio de la información.
Era una Argentina pensante que, paradójicamente fue descabezada por espadas sin cabeza que respondían al cerebro al servicio del poder hegemónico.
Y en ese parto con dolor de tortura, se robaron todo: el papel y los niños...

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